Las Moiras son deidades que personifican el
concepto del destino. En la antigüedad se creía que cada ser humano tenía su
propia Moira o destino. Estas tenían como función asignarle a cada uno su
propia suerte y maldición, regulando así la vida de cualquier mortal.
Se dice que las Moiras son hijas de Zeus y
Temis. Son tres hermanas: Cloto (rueca), que era la mas joven y la que hilaba.
Láquesis (pluma), que tejía el destino. Y Átropos (balanza), la mayor y la que
cortaba los hilos. Ellas 3 tenían que asegurar que el destino de cada uno se
cumpliera, incluyendo el de los dioses. Deben asistir al nacimiento de cada
persona, hilar y predecir su destino.
Estas deidades se asociaban en la antigüedad
al nacimiento, pues se decía que en ese momento, las Moiras decidían todo lo
que iban a vivir durante su vida y cuando iban a morir. Luego evolucionó a las
3 Moiras mencionadas y que la vida era determinada por hilos: Blancos o dorados
para los momentos en la vida de felicidad, y de lana negra los momentos de
dolor.
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El mito de Osiris
En el mito de Osiris, fue Anubis quien ayudó a
Isis a embalsamar a Osiris. Y se dice que luego de ser asesinado por Set, los órganos
de Osiris le fueron otorgados a Anubis como un regalo.
Con esta conexión, fue que Anubis se
transformó en el patrono de los embalsamadores e inventor de la técnica en sí;
y se le asoció con el proceso de momificación. Se le llamaba
"Khanty-she-netjer", que significa "Aquél que preside sobre el
pabellón de Dios"; en donde el término pabellón hace referencia a la
cámara funeraria del faraón. En el libro de los Muertos se muestra a los
sacerdotes de Anubis por lo regular usando máscaras de chacal, ayudando a
acomodar a las momias en sus sarcófagos.
Se dice que su representación como un perro
negro, no deriva de los chacales egipcios, si no que representa la pérdida de
color de un cadáver tras que ha sido tratado para ser momificado; y también el
lodo del Río Nilo, que simboliza la fertilidad y la posibilidad de renacimiento
en el más allá.
El Juez.
Otro rol más de Anubis es el de
"pesar" las almas. En el Libro de los Muertos, hay una escena en la
cual se muestra a Anubis realizando la medición que determina si una persona es
apta o no para entrar al reino de los muertos.
Este proceso se realizaba usando una balanza,
pesando el corazón de una persona muerta contra el Ma'at, la
"verdad"; usualmente representada con la pluma de un avestruz. Si un
alma era más pesada que la pluma, era entonces arrojada a una bestia conocida
como el Ammit, Ammut o Amemait; y las almas ligeras eran aquellas que ascendían
a una existencia en el más allá.
Más adelante, en la época de los faraones, a
Anubis se le representaba como el guía que conducía a las almas del mundo de
los vivos al más allá.
Como los jíbaros recibieron la candela.
Este mito, en el idioma de los jíbaros, se me
ha contado del modo siguiente.
Younchu unta ni atsumasa whétta
Antiguamente cuando no había candela, los antiguos shuara, calentaban la comida bajo los brazos
y así la comían. Tacquea fue el único que tenía candela. La mujer de Tacquea
fue a la chacra, y cuando regresó de allí, vio un quinde. Lo llevó en seguida,
lo amansó y lo puso a la candela, para secarse. Habiéndose secado, sacudió las
alas y llevó la candela, que había prendido con el rabo. Después la dejo
prendida en un palo. Una mujer viniendo de la chacra, vio la candela y la
llevó. Prendan la candela, dijo, ahora he encontrado candela. Pongan la olla y
cocinen la comida, para comer bien.
Con más detalle, otro jíbaro me ha contado este mito, del modo
siguiente:
Antiguamente, los jíbaros, no
conocían el uso de la candela, entonces, para comer, calentaban la carne,
tendiéndola bajo los brazos, y la yuca la hacían madurar, poniéndola debajo de
la quijada. Los huevos cocinaban, calentándolos en el sol.
El único que tenía candela, era
un jíbaro que se llamaba Tacquea. El había sabido hacer la candela, frotando
dos palitos, el uno contra el otro. Más, el Tacquea era adverso a los otros
jíbaros y no quería darles de la candela, ni enseñarles como lo hacía. Muchos
jíbaros (que antiguamente eran como gente) vinieron volando y trataban de robar
la candela de la casa de Tacquea, pero no podían. El Tacquea tenía la puerta de
su casa un poco abierta, y cuando los pájaros venían los mataba, aplastándolos
entre la puerta y el poste y se los comía.
Al fin el quinde (colibrí), huimbui, dijo a los demás: “Yo voy a robar
la candela de la casa de Tacquea”. El huimbui se mojó las alas y se puso en el
medio del camino, pretendiendo no poder volar y temblando como de frío. La
mujer de Tacquea, regresando de la chacra, vio al quinde mojado y se lo llevo a
la casa, para que se seque al lado de la candela y para amansarlo. Después de
un rato, el quinde habiéndose secado un poco, sacudió las alas y trató de levantarse para volar, pero no
podía.
La mujer de Tacquea, lo cogió otra vez y lo puso a la candela. Ya estaba
seco el quinde. Como no podía llevar una braza entera, llevó la candela con su
rabo largo, haciendo prender las plumas, y salió de la casa. Voló a un palo
alto de cáscara bien seca, que los jíbaros llaman makúna.
En la cáscara prendió la candela y el quinde llevó un poco de estas
cáscaras a una casa. “Aquí tienen candela gritó a los demás, prendan de aquí
pronto, lleven de aquí todos, ya han de cocinar bien, ya no han de hacer
madurar la comida bajo los brazos”.
Cuando Tacquea vio que el quinde se había huido con la candela, se enojó
y reprendió a la gente de su familia: “¿Por qué han dejado entrar aquí a este
pájaro, para robar nuestra candela? Ahora ha de tener candela todo el mundo.
Vosotros sois responsables de este robo".
Desde este tiempo los jíbaros han tenido candela. También habían
aprendido el arte de hacer la candela de nuevo, fregando dos piezas de palo de
algodón (urúchi númi), uno contra otro. (*).
*Según la tradición de los jíbaros viejos, así producían fuego
antiguamente, antes de conocer los fósforos de los cristianos. Este “palo de
algodón” no es el mismo que ahora cultivan y que han llegado a conocer por los
blancos, sino otro palo silvestre, que ahora solo conocen de nombre.
EL HUACAY - SIQUI
La referencia de este ser zoomorfo proveniene
del norte de la provincia de Pichincha.
Según cuenta la historia, el huacay sinqui es
un joven que tenia una madre muy enferma. El la cuidaba todas las noches, sin
embargo una de esas noches se retiro de la compañía de su madre para comprar
remedios, pero en el camino se topo con una muchacha de quien estaba enamorado,
que precisamente lo invito a un baile, él erradamente aceptó olvidando
completamente a su moribunda madre, entonces durante la fiesta se le acercaron
para avisarle que su madre había fallecido, a lo que él respondió casi sin
importancia "ya habrá tiempo de llorar". Así entonces como Tupa, el
dios supremo, se enojo tanto con el, luego de ver su poco valor sentimental
hacia su madre lo castigo convirtiéndole en una ave que llora durante las
noches.
Los campesinos mestizos e indígenas lo describen
como un ave que sale de las quebradas a las seis de la tarde y emite un canto
lúgubre parecido al llanto humano. En sus recorridos ataca a las personas
ocasionándoles accidentes, y cuando encuentra a su paso prendas y pañales de
niños que están secándose fuera de las casas, los mira y los niños se vuelven
llorones, según dicen.
Por esta razón se toman precauciones para que estas
prendas no queden afuera de las casas después de dicha hora. Además se rumorea
que el Chiflon es tan pequeñito que especialmente cuando hace frío se vuelve
presente, para poseer el cuerpo de aquel hombre o aquella mujer que sienta frío
extremo para hacerle una que otra bromita. Por eso en Pichincha, por lo general
es muy común escuchar decir a las abuelitas recomendaciones como "abrigate
bien hijito, para que no te agarre el Chiflon".
EL DUENDE
El duende es uno de por personajes del que se
tiene referencia en todo país, sin embargo lo describiremos según la versión de
la provincia de Manabí: Este duende es travieso por excelencia, coqueto, mirón
y enamoradizo.
Sea para tratar de llevarse a muchachas
jóvenes de cabellos largos o grandes ojos para embarazarlas; sea para echar a
perder los guisos arrojando sal o ceniza, o sea para esconder los objetos más
queridos de señoras y señoritas, lo cierto es que este personaje condensa las
más profundas inquietudes y temores, deseos y curiosidades de los hombres con
respecto al mundo femenino, que es el universo favorito del duende para hacer
gala de su ingenio ambiguo y peligroso.
Es un personaje chiquito con los tobillos
torcidos atrás, se viste de rojo; otra descripción habla de una especie de
animal pequeño y feo. Sea como fuere su apariencia cuando se enamora 'lo hace
de verdad' y empieza a desplegar estrategias como molestar haciendo travesuras
o impidiendo que el novio se acerque, es muy celoso.
Se dice de un secreto para protegerse del duende,
que consiste en colocar una guitarra desafinada y un espejo en el cuarto de la
mujer. La idea es que se enoje cuando quiera tocar la guitarra y se refleje en
el espejo su rostro horrible, entonces se aleja avergonzado de su fealdad. Se
dice también que existen 'duendas' que persiguen a los hombres solteros o
casados, que son objeto de sus amores.
De su apariencia se sabe que son gorditas, chiquitas y
de pies virados. Un rasgo importante de estos seres del imaginario popular, es
que se no se trataría de duendes aislados, sino de toda una 'nación' dispersa
en cuevas, huecos, barrancos, quebradas, que son sus sitios preferidos para
vivir y recrear sus costumbres y formas de procreación similares a las delos
humanos
SOBRENATURAL DE ZHIRO
Se trata de un ser imaginario, en el que creen
los mestizos de la provincia del Azuay y Loja. El Zhiro tiene la apariencia de
un gran mono antropomorfo, con el cuerpo recubierto de bastante pelo. Posee
unos brazos larguísimos y los pies a la vez.
El Zhiro habita en los bosques montañosos de
las estribaciones andinas y acostumbran a perseguir a niños, mujeres y hombres
que se extravían en el monte.
A las mujeres las rapta y las convierte en sus
esposas, llevándolas a vivir en los lugares más apartados de su territorio. Los
individuos que son acosados por el Zhiro no obstante pueden acudir a una
estrategia para salvarse de él. Estos deben sacarse el pantalón, y abandonarlo
para que el Zhiro lo recoja.
Este intentando ponérselo se confundirá,
entreteniéndose en resolver el problema, tiempo que aprovechan los perseguidos
para huir del lugar.
El nombre de este ser proviene de una palabra
quichua usada en Cañar y Azuay: “zhiru” que se utiliza para aludir a un color
no definido asociado por lo general con el gris.
Dicho color parece representar el incesto, en
tanto es el resultado del negro y el blanco, colores que representan una opción
cromática fundamental y que en el pensamiento andino tiene un contenido moral.
El color zhiru por tanto, confunde y
desorganiza la disyunción cromática y moral básica. Une lo que moralmente no
debe unirse.
Dicho color parece representar el incesto, en
tanto es el resultado del negro y el blanco, colores que representan una opción
cromática fundamental y que en el pensamiento andino tiene un contenido moral.
El color zhiru por tanto, confunde y
desorganiza la disyunción cromática y moral básica. Une lo que moralmente no
debe unirse.
Este intentando ponérselo se confundirá,
entreteniéndose en resolver el problema, tiempo que aprovechan los perseguidos
para huir del lugar.
El nombre de este ser proviene de una palabra
quichua usada en Cañar y Azuay: “zhiru” que se utiliza para aludir a un color
no definido asociado por lo general con el gris.
Dicho color parece representar el incesto, en
tanto es el resultado del negro y el blanco, colores que representan una opción
cromática fundamental y que en el pensamiento andino tiene un contenido moral.
El color zhiru por tanto, confunde y
desorganiza la disyunción cromática y moral básica. Une lo que moralmente no
debe unirse.
CARBUNCO
Se trata de un animal fabuloso, propio de la
Sierra de nuestro país. En las zonas del centro y el norte de esta región se lo
describe como el perro del diablo, que tiene un lucero en la mitad de su frente
y ojos de fuego que paralizan a cualquiera que lo vea.
Aparece ocasionalmente en las noches oscuras y
en los lugares solitarios.
La persona que se llegue a encontrar con este
ser, puede resultar favorecida, pues quienes conocen de esta leyenda cuentan
que el Carbunco entrega y vomita una bola de oro incrustada de piedras
preciosas… pero, quien recibe estas alhajas no debe mostrarse ambicioso, porque
si lo hace –de inmediato- el Carbunco lo descubre, quita el tesoro y se lo
traga, desapareciendo inmediatamente en la oscuridad, mientras que la persona
que se mostró ambiciosa puede quedar ciega o paralizada.
En el sur de la sierra, su implicación
maléfica está más atenuada. En esta zona se describe al Carbunco como un gato
negro con un diamante en la frente que emite un gran destello. Los individuos
que lo encuentren deben perseguirlo con un pañuelo o manta blanca para
atraparlo y quitarle la piedra preciosa de su frente.
No obstante, quien ha logrado capturar al
Carbunco y le ha arrancado el diamante, es interpelado luego por éste, quien
con una voz llorosa suplica que devuelvan la gema, por la cual este ser
sobrenatural está dispuesto a dar cualquier cosa…
Aprovechándose de esto, sus captores las
riquezas que ambicionado, y cuando le devuelven el diamante, el Carbunco
desaparece y con él todas las esperanzas de hacer realidad sus ambiciones…
En fin, el Carbunco es el ser que castiga a los
ambiciosos y premia a las personas desinteresadas.
LA OLLA DEL PANECILLO
Se dice que en Quito había una mujer que todos
los días llevaba su vaquita al Panecillo para que pudiera comer ya que no tenía
un potrero donde llevarla.
Un buen día, mientras recogía un poco de leña,
dejó a la vaquita cerca de la olla pero a su regreso ya no la encontró. Muy
asustada, se puso a buscarla por los alrededores.
Pasaron algunas horas y la vaquita no
aparecía. En su afán por encontrarla, bajó hasta el fondo de la misma olla y su
sorpresa fue muy grande cuando llegó a la entrada de un inmenso palacio.
Cuando pudo recuperarse de su asombro, miró
que en un lujoso trono estaba sentada una bella princesa que al ver allí a la
humilde señora, le preguntó sonriendo
-¿Cuál es el motivo de tu visita?
- ¡He perdido a mi vaca! Y si no la encuentro
quedaré en la mayor miseria. Contestó la mujer llorando.
La princesa, para calmar el sufrimiento de la
señora, le regaló una mazorca y un ladrillo de oro. Además, la consoló
asegurándole que su querida vaquita estaba sana y salva.
La mujer agradeció a la princesa y salió
contenta con sus obsequios. Pero, cuando llegó a la puerta, se llevó una gran
sorpresa al ver a su vaca de regreso. -¡Ahí está mi vaca! Gritó la mujer muy
contenta.
Y fue así como la mujer y la vaquita regresaron a su
casa luego de esa inolvidable aventura que quedó escondida en la Olla del Panecillo.
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